El conjunto de iniciativas de apoyo a los emprendedores presentado hace pocos días por el Ministerio de Producción, incluye el proyecto de Ley de Sociedades de Beneficio e Interés Colectivo (BIC). Esta norma, de aprobarse, daría un sustento legal a un número de empresas que se plantean como finalidad, además de ganar dinero, contribuir al desarrollo social y ambiental de las comunidades en donde operan. Son las llamadas empresas de triple impacto, porque miden su desempeño no sólo por el resultado económico, sino también por el resultado social y ambiental.
Crear este marco legal es necesario, ya que los directivos de las empresas tienen actualmente una responsabilidad fiduciaria por la cual deben velar por el capital de los accionistas y buscar maximizarlo con cada decisión que tomen, sin poder destinar fondos o tomar medidas en favor del desarrollo social o ambiental. La nueva figura jurídica da solución a esta restricción, planteando en las sociedades BIC aspectos como los siguientes: 1) la ampliación del propósito de la empresa, en la cual se busca un beneficio económico y, a la vez, que los negocios y actividades generen un impacto positivo en la comunidad; 2) la ampliación de los deberes de los administradores, quienes deberán considerar los intereses de mediano y largo plazo de los actores vinculados con el negocio, y 3) la incorporación de estándares de transparencia.
Quienes sostenemos una concepción integral del ser humano y de la empresa, ya veníamos divulgando desde hace años, en contra del paradigma economicista dominante, que la finalidad de la empresa no debería ser «maximizar las ganancias», que las personas no son recursos, sino el centro y motor de cualquier empresa, y que las empresas deben contribuir al bien de la comunidad.
Sin dudas hay muchos empresarios a los que sólo les preocupa su propio interés, pero sabemos que también hay personas que realmente buscan satisfacer algo más que la dimensión económica. Un buen ejemplo de esto es el empresario argentino Enrique Shaw, actualmente en proceso de beatificación, quien, ya en 1961 afirmaba lo siguiente: «Si bien la empresa funciona gracias a la búsqueda de una utilidad, el objetivo de la empresa no puede ser la máxima cantidad de «utilidades» para la misma, sino el máximo de resultados positivos en todas las «dimensiones» que caracterizan la vida de la empresa».
Entendía que la empresa en su plano natural tenía su dimensión económica, pero también su dimensión humana, en la cual la empresa debía procurar unir hombres y desarrollarlos, y también una dimensión pública, según la cual la empresa debería contribuir al bien de la comunidad de que forma parte. Estas tres finalidades, decía Shaw, pueden tener el mismo nivel de prioridad y pueden ser tomadas como criterio para cualquier decisión empresarial.
En definitiva, más que estar presenciando una nueva concepción de la empresa, lo que estamos observando es un retorno a una concepción integral del hombre y de la empresa que se había perdido. Es deseable que muchas empresas se inscriban en este nuevo régimen de Sociedades BIC, pero mucho más deseable aún sería que todos los empresarios adopten estos valores, para así contribuir a un mayor desarrollo humano, económico y social de nuestro país.
Profesor en la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Austral.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1938857-empresas-bic-un-retorno-a-los-origenes