(f) Si el objetivo de las políticas públicas es promover y asegurar el bienestar colectivo, el fin último de ese bienestar debería expresarse en el nivel de felicidad que alcanzan los habitantes de una comunidad. Por lo tanto, la evaluación de una gestión pública debería medirse a partir de la capacidad de crear las condiciones de factibilidad para convertir a la felicidad en un bien público. “El Reporte Mundial de la Felicidad 2013” ubica a los países latinoamericanos entre las posiciones 12° y 95°, lo que indica que en muchas naciones de la región, la felicidad da tristeza.
Así como nacen nuevos indicadores para medir el desarrollo de un país (por ejemplo, se propone considerar a un país desarrollado no cuando la mayoría de sus habitantes tienen automóvil sino cuando la mayoría puede acceder a transportes públicos de calidad), también comienza a instalarse la necesidad de medir los niveles de bienestar que produce ese desarrollo. Uno de los más relevantes es la felicidad, no comprendida como un momento de alegría personal, sino como el estado de sentirse bien uno con uno mismo, y para ello se debe contribuir a que los otros (cercanos, lejanos y extraños) puedan también sentirse bien con ellos mismos y entre sí.
Ahora bien, construir la felicidad entendida como sentirse bien consigo mismo, requiere de personas autónomas, es decir, personas que han logrado o están trabajando en lograr el auto-conocimiento, la auto-regulación y la autoestima. Y ello requiere de contextos e instituciones que promuevan las condiciones adecuadas para que las personas accedan a oportunidades para ser felices y al mismo tiempo, construyan los espacios y herramientas para promover la felicidad colectiva.
Organizaciones como OECD, la consultora Gallup y países como el Reino Unido y Brasil, llevan varios años desarrollando herramientas para medir la felicidad a pesar de que el grado de subjetividad para comprenderla y mensurarla sea alto. Para medir este nivel, preparan encuestas inteligentes que permiten reconocer la felicidad emocional y la felicidad real por la satisfacción de vida.
La Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de la ONU define a la felicidad como un estado emocional cambiante pero también como un indicador del grado de conformidad del bienestar de las personas. En este sentido “El Reporte Mundial de la Felicidad 2013”, elaborado por John Helliwell, Richard Layard y Jeffrey Sachs, expone medidas concretas basadas en el producto bruto per cápita, la ayuda social, la salud, la libertad para elegir, la generosidad y la percepción de la corrupción, entre otros indicadores.
Ranking mundial de países y felicidad
El ranking mundial de felicidad indica que Dinamarca, Noruega y Suiza ocupan los primeros lugares y en el extremo opuesto se encuentran Rwanda y Tanzania como los países de menor felicidad. Desde la posición 12 a la 95 se encuentran distribuidos los países de Latinoamérica y el Caribe.
Costa Rica y Panamá, al igual que en el índice de paz mundial (ver InContext 25), se encuentran en los primeros lugares. El ranking continúa con México, Venezuela, Brasil, Chile y Argentina posicionados entre el puesto 20 y el 30. Del puesto 37 ocupado por Uruguay al 95 de República Dominicana se encuentran los demás países.
En cuanto a regiones, se observa que los niveles más altos de felicidad provienen de Norte América, Europa del oeste y Latinoamérica y el Caribe, mientras que los niveles más bajos se encuentran en el sur y este de Asia y en el norte, este y el África Subsahariana. Cabe destacar que estas últimas regiones se encuentran afectadas por la extrema pobreza por lo que la percepción de la felicidad está fuertemente alterada por el ingreso per cápita.
Latinoamérica y el Caribe han avanzado en el ranking de regiones debido, en mayor parte, a la estabilidad económica y crecimiento que se suceden en varios de los países integrantes de la región. En comparación al reporte realizado en 2010, la medida de la felicidad ha aumentado un 60%, siendo la región de más incremento en el periodo.
En contraste, las regiones de Norte américa y Europa sufrieron un decaimiento de sus niveles por causa de la inestabilidad económica.
Al ahondar en las dimensiones se observa que en promedio la mayoría de las regiones tienen un nivel similar de felicidad base, que es aquella que depende de la historia de cada país. Lo que hace la diferencia es la sumatoria del producto bruto per cápita y la ayuda social que se dispone en cada nación. Suman a este promedio la expectativa de vida y en menor medida la libertad de elección y la generosidad de los habitantes de cada país.
Comparando el informe del año 2010 y el elaborado en 2013 se observa un incremento de los índices de felicidad a nivel mundial del 40%, alentado específicamente por Latinoamérica y el Caribe junto con la región Subsahariana de África, mientras que en Europa no se han producido modificaciones relevantes y en América del Norte, se ha producido un marcado decremento del índice.
Oportunidad para la sociedad civil organizada
Es a través de las transacciones económicas, sociales, políticas, emocionales y espirituales como los habitantes de una comunidad agregamos valor o quitamos valor a nuestras vidas. Transacciones ganar-ganar agregan valor, en cambio ganar-perder o perder-perder quitan valor. Si pertenecemos a una sociedad que propicia, facilita y demanda transacciones ganar-ganar, ser felices se convierte en una forma de ser de las personas.
Pero además de garantizar felicidad en el plano individual, se deben forjar las condiciones para que las sociedades promuevan las condiciones de acceso a la felicidad colectiva entendida como un bien público. Si definimos a los bienes públicos como aquellos bienes que nos convienen a todos de igual manera para vivir dignamente, es evidente que la calidad de vida y el bienestar de una sociedad dependen de la cantidad y calidad de bienes públicos que esa sociedad sea capaz de producir, cuidar y fortalecer. Los tres enemigos de la felicidad de los seres humanos son la culpa, el miedo y la indecisión. Vivir en una sociedad con buenos y abundantes bienes públicos disminuye el miedo a vivir y forma personalidades más decididas.
El informe muestra que los países con altos niveles de paz social, economía estable, democracia sostenida y prestaciones sociales son los que mayor valoración tienen en el ranking. En otras palabras, lo que demuestra el estudio es que una sociedad que tiene la capacidad de convertir a la felicidad en bien público, genera las condiciones para que sus miembros asuman a la felicidad como una manera de ser.
(fuente: Fundación Avina -InContext@avina.net- Newsletter 29 – 7/3/14)