Conducir, esa antigüedad

(f) Google y Nissan lideran el pelotón de empresas que están a punto de hacer real la fantasía de los autos que se conducen solos. Una revolución que estará entre nosotros antes de lo que imaginamos.

Hay que hacerse a la idea: los autos que se conducen solos estarán entre nosotros dentro de poco. Los expertos lo aseguran; ya no se preguntan si algún día llegarán, dan por hecho que en no más de cinco años un ser humano tras el volante será un elemento accesorio e incluso antiguo en varios modelos de serie.

El camino inmediato a recorrer por este hito tecnológico está señalado por casi todas las grandes automotrices globales, que avanzan con prototipos, ensayan variantes y hacen pruebas mientras van incorporando las tecnologías de asistencia de conducción que resultan exitosas a sus productos de alta gama. Autos que se estacionan solos, que toman el control en los embotellamientos o ante el inminente impacto contra un peatón, ya son realidades en la calle o a la vuelta de la esquina. Incluso, hay fabricantes que dieron un paso más y se animaron a ponerle fecha concreta a la salida al mercado de sus primeras unidades de vehículos con la capacidad de autoconducirse.

Aunque Nissan prometió tener un modelo para 2020, Google parece ser la marca favorita en la carrera por el futuro de los coches autónomos, al menos en los Estados Unidos. Un reciente trabajo de la consultora KPMG encontró que la marca del buscador de Internet es la que más confianza genera en los consumidores como posible constructor de autos que puedan prescindir del conductor. A su vez, entra las automotrices que fabrican modelos masivos, Nissan fue la mejor conceptuada. Y entre las marcas de autos premium, la más elegida resultó ser Mercedes Benz.

Dudas y debates

La confianza que el público tiene sobre Google puede deberse a que esta empresa multinacional está escribiendo la prehistoria de los autos sin conductor. Su proyecto Self-driving Car tiene prototipos circulando por las calles de California y Nevada que en agosto del año pasado cumplieron 300.000 millas sin registrar accidentes mientras se autoconducían (uno de los autos tomó parte en un leve choque cuando estaba bajo control humano).

Pero en paralelo al trabajo en laboratorios, talleres y pistas de prueba, esta pronta revolución tecnológica genera impacto en los ámbitos más diversos. Y es que la llegada de los autos sin conductor dispara toda una serie de preguntas, desde las más pedestres y burocráticas hasta algunas muy inquietantes y perturbadoras, que deberán echar mano a la ética para encontrar sus respuestas.

Uno de los primordiales interrogantes es: ¿cuál sería el aporte de estos vehículos más allá del obvio de liberar a las personas de la tarea de conducir? Y aquí la respuesta más contundente es que con autos sin conductores las calles serían mucho más seguras. Sobre todo teniendo en cuenta que la gran mayoría de los accidentes de tránsito son causados por factores humanos. Y, sin ser infalibles, el software de conducción, la inteligencia artificial y los sensores de diversos tipos que pueden tomar el control de un auto no se emborrachan, no se quedan dormidos, no se distraen hablando por celular o enviando mensajes de texto. Tampoco pasan semáforos en rojo ni ignoran otras señales de tránsito.

Un muy reciente estudio llevado a cabo por Eno –una organización de los Estados Unidos especializada en políticas de transporte– señala que si solo el 10 % del parque automotor estuviera compuesto por autos sin conductor, en las autopistas estadounidenses habría mil muertes menos al año. Y si la proporción de autos que se manejan solos llegara al 90 %, las vidas salvadas serían 21.700 por año.

El informe de Eno, que se titula “Preparando una nación para los vehículos autónomos”, indica además que sin conductor, los autos reducirán el consumo de combustible y el tiempo perdido en embotellamientos. A su vez, estos autos ahorrarán una cantidad considerable de combustibles sólo por el simple hecho de prever los cambios en el movimiento del tránsito más eficientemente y frenar y acelerar de manera menos brusca que el promedio de los seres humanos.

A su vez, la reducción del número de accidentes, aun de los más leves, bajará el número de embotellamientos. Pero las mayores esperanzas respecto de la reducción de los grandes atascos de tránsito están puestas en las comunicaciones V2V (vehículo a vehículo). En sistemas como el de Control de crucero adaptativo-cooperativo (CACC), los autos coordinan sus velocidades y funcionan en un momentáneo “tren”, lo que permite reducir la distancia entre ellos y así aumentar la capacidad de las autopistas ya existentes. Casi un sueño hecho realidad, principalmente para aquellas personas que deben encarar largos viajes por rutas o moverse diariamente de una ciudad a otra para llegar al trabajo.

También es cierto –admiten los estudiosos de la materia– que es bien probable que los vehículos que prescinden de conductor acrecienten aún más el rol central que tienen los autos en la organización y el funcionamiento de las ciudades. Todo esto con sus beneficios y perjuicios. En la actualidad, en las regiones de los Estados Unidos donde los prototipos de autos sin conductor tienen permiso para circular, deben hacerlo siempre con una persona sentada al volante y lista para tomar el control del coche en cualquier momento. Pero seguramente en el futuro, este requisito desaparecerá. Y entonces niños, ancianos y personas que no saben conducir o no tienen la capacidad física para hacerlo podrán viajar solos en los autos. Esto generará fuertes cambios en las rutinas urbanas, aumentará las posibilidades de movilidad de muchas personas pero seguramente también incrementará el número de autos en las calles. Es posible entonces que más sedentarismo y más emisiones sean perjuicios que habrá que enfrentar, dice la organización Eno.

¿Y si se autorizara a los autos a circular sin ocupantes por la ciudad? La posibilidad no es delirante y es tenida en cuenta por quienes se están dedicando a pensar, desde muy diferentes perspectivas, en la revolución que podrían disparar los vehículos autónomos. Bajar del auto en la puerta de la oficina y “mandar” al auto a que se acomode en la cochera es una de las escenas imaginables para un futuro con máquinas circulando sin ocupantes por las calles de nuestras ciudades. Otra de las posibilidades que explora la Eno en su trabajo es que se desarrolle un sistema de autos de uso compartido, que puedan pasar a buscar al usuario, llevarlo a donde quiera ir, dejarlo e irse solos a buscar a otro pasajero. Un sistema así lograría que fueran necesarios menos autos para cubrir las necesidades de transporte urbano.

Pero, para estimar cuánto tiempo deberá transcurrir hasta que estas especulaciones se hagan realidad, conviene tener en cuenta una cifra en dinero: 70.000 dólares. Ese es el costo que, según un estudio de la consultora global KPMG y el Centro de Investigación Automotriz (CAR), tiene el sistema de conducción autónoma que usan los autos de Google. Y otros sistemas pueden llegar a los cien mil dólares. Mientras los precios sean esos, los autos sin conductor serán una rareza en las calles, aunque se espera que los costos se vayan reduciendo.

Sean pocos o muchos, los autos sin conductor estarán dentro de poco en la vía pública tomando decisiones, decisiones que hasta hoy toman las personas al volante y que, en el caso de los autos, deberán estar previstas en su software. Habrá algunas que no plantearán ningún conflicto: como, por ejemplo, detenerse ante un semáforo en rojo. Pero otras pueden dar lugar a debates. Un conductor humano sabe que debe cumplir las normas del tránsito, pero si encuentra una gran rama en su carril en una desierta ruta de dos vías no dudará en traspasar la doble línea amarilla para esquivar el obstáculo y seguir adelante. Ante una situación similar, ¿cómo reaccionaría un auto sin conductor?, ¿ignoraría una regla de tránsito?, ¿en qué situaciones sí y en cuáles no? Ante un carrito de supermercado que se cruza en la calle, ¿el vehículo autónomo frenaría de golpe y expondría a sus ocupantes a ser golpeados por el auto que viene detrás o se arriesgaría a impactar el obstáculo? ¿Y si se trata del carrito de un bebé? Estas y otras decisiones deben estar previstas en un auto sin conductor. “Los conductores humanos pueden ser perdonados por tomar una decisión instantánea e instintiva pero no obstante mala. Pero los programadores y diseñadores de coches autónomos no cuentan con ese lujo, ya que tienen el tiempo para prever y por lo tanto una mayor responsabilidad en los malos resultados”, dice sobre el asunto Patrick Lin, director del Ethics + Emerging Sciences Group de la Universidad Politécnica de California.

Con avances, expectativas y un gran desarrollo tecnológico, los autos sin conductor están llegando a nuestras vidas e intentan allanarse el camino por una carretera llena de preguntas y desafíos. •

(fuente: revista Rumbos por Leo González Perez)

Colaboración de Daniel Almada, de la Agencia Córdoba. Muchas gracias, Daniel)

 

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