CAPITAL FEDERAL : Colectivos entre la falta de control y el peligro latente

CAPITAL FEDERAL : Colectivos entre la falta de control y el peligro latente

«Cuidado: un colectivo urbano anda suelto». Lo que bien podría ser el título de una fábula o una historieta es parte de la peligrosa realidad porteña. Los colectivos de la ciudad no sólo incumplen sistemáticamente las normas viales, sino que también están exentos de controles rigurosos.

Tal como se relata en un informe del Diario La Nación, no es necesario un estudio de mercado para afirmar que violan de manera sistemática los semáforos en rojo, los límites de velocidad, las obligaciones en las frecuencias, la higiene de las unidades, los recorridos y las paradas establecidas, entre otros «detalles». Además, desde el último aumento tarifario crecen las quejas de los usuarios que, con la tarjeta SUBE, pagan valores diferentes para un mismo recorrido.

Así, desde el Bajo hasta Figueroa Alcorta y Sarmiento, en Palermo, el pasaje en la línea 130 puede costar, con la SUBE, $ 1,70 o $ 2,35. Varía según el criterio del chofer. Esta situación se repite en varias líneas, según contaron a La Nación los vecinos, vía mail, en las líneas 118, 95, 22 y 152, entre otras.

«El 114 lo tomé en Castañares y Corvalán, en Lugano hasta Olazábal y Burela, en Urquiza. Habitualmente, el trayecto sale $ 1,70. Pero yo subí un domingo y, en vez de pedir $ 1,70, dije «hasta Villa Urquiza». Cuando apoyé la tarjeta SUBE el colectivero me descontó $ 2,35″, dijo Angélica Fuentes.

Consultada la empresa Transporte Automotor Bernardo Ader SA, propietaria de la línea 130, indicaron que con el último aumento la ciudad quedó dividida en cuatro secciones. Y según el recorrido que atraviese el usuario, el costo del boleto oscila, con la SUBE, entre $ 1,10 y $ 2,35. «Los pasajeros se confunden y creen que deben pagar siempre $ 1,70, pero no es así. Hasta Figueroa Alcorta y Sarmiento el boleto cuesta 1,70. Después de Dorrego, se pasa a la cuarta sección y el boleto sale $ 2,35», indicó a La Nación un controlador de la firma, que dijo no estar «autorizado» a revelar su nombre.

Mientras los usuarios están ahora a merced del criterio de los choferes para resolver cual será el valor del boleto, con presionar un botón que descontará el importe en la SUBE (inviable hacer un reclamo, luego), los colectivos están cuestionados.

Y no es caprichosa esta observación: basta con abordar cualquiera de las 9800 unidades que recorren la ciudad para constatar que una buena parte de los casi 20.000 choferes habilitados cometen, además, numerosas imprudencias viales. Y parecen exentos de sanciones.

Tradicionalmente, las multas recaían sobre las empresas, pero en los últimos años la Ciudad comenzó a retener las licencias de los conductores profesionales y a multarlos. Pero no es suficiente, todavía. «Faltan controles en la calle. Lo que ocurre es que la mayoría de las multas a colectivos recaen en las empresas», dijo Vivian Perrone, de la Asociación Madres del Dolor.

De las más de dos millones de multas que se labran por año en la ciudad, las faltas a colectivos, en promedio, son poco más 1% del total (no alcanzan las 20.000 actas). Y casi el 40 por ciento de estas faltas no se pagan, ya que la mayoría prescriben, las empresas las apelan o bien se invalidan por estar mal confeccionadas.

La línea 152, por ejemplo, es la que más infracciones cometió en los últimos tres años, según la Ciudad. Y el túnel de Carranza, en la avenida Cabildo, suele ser una pista de alta velocidad cuando los colectivos lo atraviesan de noche.

Otra zona crítica es la de los lagos de Palermo, donde los colectivos 160 y 130 recorren las calles internas -paralelas a la avenida Figueroa Alcorta- a alta velocidad, zigzagueando entre peatones y deportistas. Un peligro latente.

Algunos choferes utilizan la bocina para alertar a los que trotan o caminan.

«¡Son animales! Algunos choferes te tiran el colectivo encima. Y nunca ves a un inspector», dijo María Inés Ferreyra, vecina de Núñez.

Es habitual, además, que cuando la avenida Figueroa Alcorta, frente a los bosques de Palermo, está colapsada, el 130 se desvía por las calles internas a toda velocidad para acortar camino y ganar tiempo.

Mientras la presidenta Cristina Kirchner le recordó, por cadena nacional, a Mauricio Macri que una ley sancionada el año pasado por el Congreso impone a la Ciudad el traspaso del subte y también «de las 33 líneas de colectivos que recorren la Capital», la falta de controles a los ómnibus también se advierte en la desobediencia de las frecuencias, de los recorridos y las paradas establecidas.

El colectivo 126, por ejemplo, que une la zona del bajo con Mataderos, presenta recurrentes demoras en el servicio. La frecuencia de 4 minutos en las horas pico -sí, no es broma- se cumple con cuentagotas, mientras que muchos desvían su trayecto arbitrariamente. Esa modalidad no es sólo potestad de la línea 126, claro. En numerosos recorridos ocurre lo mismo.

Como colofón para el panorama, las paradas suelen estar abarrotadas de pasajeros y las largas filas son una postal recurrente en la ciudad.

Así conviven en el caótico tránsito de la ciudad autos, motos, peatones, usuarios y colectivos. “Y está claro que en la ley de la «selva porteña» el más fuerte suele tener sus beneficios”, concluye la nota.

(fuente: Programa 100% SEGURO [info@cycweb.com.ar] 15/2/13)

Comments are closed.