En este 2016 nuestro IARSE cumple sus primeros 15 años de existencia al servicio de una misión: “Promover y difundir el concepto y la práctica de la Responsabilidad Social…”
En términos de la vida promedio de una persona, esto representaría un porcentaje cercano al 20%. Algo así como una quinta parte de la existencia probable para un ser humano.
Si bien resulta imposible calcular cuánto nos falta – como conjunto civilizado – para alcanzar la madurez en términos de conductas socialmente responsables, esas que permitan dar forma a una sociedad global sustentable, sugiero que para ser optimistas nos pongamos por delante un horizonte de 100 años. Es ahí donde haber transitado el 18,75 % del camino es muy poco, casi nada.
Como siempre aparecerán las dos visiones: La del optimista que verá con asombro y espíritu de celebración, que el vaso ya está alcanzando a reunir una quinta parte del contenido total de razonabilidad que debemos lograr en nuestros comportamientos de relación con todos “los otros” con los que compartimos la gran casa común. Contrapuesta, la visión pesimista podrá remarcar que después de tanto esfuerzo, solo se ha logrado recorrer menos de un 20% del camino necesario para alcanzar la meta de un mundo inclusivo y sustentable. En este caso, existe el riesgo de que el cansancio pueda aflorar como una forma de pesimismo, salpicada con ese infaltable decorado de escepticismo que suele bañar las costas del pensamiento por este rincón sur del mundo.
Espero que llegado a este punto, cada lector haya descubierto la falacia que esconden los textos anteriores.
El camino evolutivo de la humanidad hacia una sociedad global inclusiva y sustentable, comenzó hace mucho tiempo. Diría que con Adán y Eva, para aprovechar el enorme valor simbólico de esta pareja bíblica que representa nuestros inicios de vida en sociedad, ya con desarrollo de la corteza cerebral, del lenguaje y sobre todo de la conciencia de que nuestra forma de obrar impacta de diferentes maneras sobre los demás. En ese complejo proceso de co-evolución, que podríamos graficar como una espiral abarcativa y ascendente, nos encontramos desde que fuimos capaces de reconocernos como especie.
¿Cuánto nos falta entonces para alcanzar la madurez colectiva que nos permita hacer realidad una sociedad que -habiendo logrado una visión de conjunto- es capaz de practicar por sí misma y en serio una ética del cuidado?
¿Cuánto nos falta trabajar en la promoción y la difusión de la necesidad de que nuestras conductas personales y organizacionales estén permeadas y regidas por una auténtica conciencia de responsabilidad social?
¿Cómo se encuentra el camino que nos lleve – de la manera menos riesgosa y más rápida – a descubrir lo que tenemos que saber, creer y hacer para crear las condiciones planetarias en las que cada ser vivo sea respetado y valorado; y donde su existencia y desarrollo esté asegurado por la preocupación compartida del conjunto de los habitantes de la gran casa común?
Creo que es muy difícil responder estas preguntas; pero créanme, al hacérnoslas, ya comenzamos a darnos cuenta que venimos caminando hace rato por el sendero de la co-evolución, y que como generación solo nos queda la ineludible responsabilidad de aportar esa insustituible energía de la que fuimos dotados para cubrir este pequeño segmento de tiempo en el largo devenir de la humanidad. Ahí precisamente es que nos damos cuenta de que 15 años, no son nada.
Eso no cambia nuestro compromiso institucional, de seguir trabajando duro para el mejor cumpliendo de la misión que nos dio origen y nos orienta. A esta altura del camino, debemos decir que sentimos la alegría de ver que muchas cosas se han puesto en práctica en las empresas de Argentina y la región. ¡Gracias por apoyarnos y caminar juntos en este tramo del camino recorrido!
*Por Luis Ulla – Director de I+D del Instituto Argentino de Responsabilidad Social Empresaria (IARSE)
(FUENTE: http://www.iarse.org/seccion/editorial/15-anos-no-es-nada/)