Saber seleccionar al talento y apoyar a los mejores son algunas de las claves a las que apelan los líderes que se animan a ir contra la corriente.
En una escena de El Gran Lebowsky -la película de los hermanos Coen, protagonizada por Jeff Bridges y John Goodman- el personaje interpretado por este último le dice a un compañero que pisa la línea al lanzar la bola: «Smokey, esto no es ‘Nam (Vietnam), esto es bowling, acá hay reglas». Indignado porque el otro insiste en ignorar la falta, saca su pistola, la gatilla y le apunta a la cabeza hasta que depone su actitud. Incluso para un excombatiente que ha tenido que romperlas de manera reiterada para sobrevivir, si no se está en la guerra, las reglas son importantes.
Las reglas dan previsibilidad a las relaciones sociales, evitan la injusticia, serenan la incertidumbre y previenen el caos. Romperlas es un crimen y un pecado. La sociedad vive ordenada por estatutos, mandamientos, decálogos, códigos… Hay un acuerdo social implícito para castigar a los que vulneran las reglas, ya sea aplicando la ley o el ostracismo.
Pero las reglas tienen su contracara. En la ficción, en la política, en el arte y en los negocios hay miles de ejemplos de personajes admirados que las han transgredido. Para Sam Walton -el empresario norteamericano fundador de Wal-Mart- la única regla de los negocios es romper las reglas. En la misma línea están Steve Jobs, Jack Welch, Bill Gates, Elon Musk y una larga lista de emprendedores que deben su éxito al haber roto reglas establecidas.
Las reglas también quitan libertad, anulan la creatividad, cancelan el espíritu crítico, borran el impacto de la sorpresa y detienen el crecimiento intelectual, social y económico. La burocracia se fundamenta en no cuestionar las reglas. Por eso, para muchos, las reglas están para ser rotas.
Un amplio estudio de la Organización Gallup, realizado en conjunto con Markus Buckingham y Curt Coffman, entre más de 80.000 gerentes de 400 compañías, muestra que los mejores son aquellos que rompen las reglas tradicionales del management. Las cuatro claves más destacadas que surgieron durante la investigación fueron las siguientes:
1 – Seleccionar talento:
Los gerentes exitosos dijeron que no seleccionan a las personas por sus títulos o por su experiencia, sino por algún talento que ya poseen. Puede ser una habilidad especial para relacionarse con otros, o una capacidad de empatía superior, o una maestría para organizar el trabajo, pero siempre es algo específico. El talento es un patrón recurrente de pensamiento, sentimiento o conducta que puede ser aplicado de manera productiva. Aunque el saber corriente indica que mediante la capacitación se puede desarrollar, el talento es un bien innato.
2 – Controlar los resultados:
Los gerentes exitosos dan autonomía para que los colaboradores definan los procesos que están más alineados con sus talentos, así rompen la tradición del control sobre la tarea y, en cambio, controlan el cumplimiento de los objetivos. Asimismo, mientras la tarea se desarrolla, prefieren alentar más que controlar.
3 – Apoyar a los mejores:
No son los rezagados los que aportan más valor al grupo, sino los mejores. Los gerentes exitosos creen que las personas no pueden ser «arregladas», por eso dedican la mayor parte del tiempo a trabajar con los más fuertes. En una entrevista Roger Federer decía que prefería enfocarse en mejorar su drive más que su revés ya que con el primero es más peligroso.
4 – Encontrar la tarea que mejor se ajuste a cada empleado:
La clave es identificar el talento de cada empleado y darle tareas en las que lo pueda aprovechar al máximo. Así es como se saca lo mejor de ellos para que alcancen todo su potencial. Los gerentes exitosos rompen la regla usual de promocionar a sus colaboradores por su rendimiento, táctica que convierte a una organización en un cúmulo de personas ascendidas hasta su nivel de incompetencia.
El escritor Scott Fitzgerald creía que la inteligencia de una persona se definía por la capacidad de sostener dos ideas opuestas en la mente sin dejar de funcionar. Saber cuándo corresponde romper las reglas y cuando no hacerlo, obliga a mantener un balance propio de un equilibrista que camina por la cuerda floja. Por eso, romper las reglas es mucho más un arte que una ciencia.
Los autores son profesores de la Universidad Torcuarto Di Tella (UTDT).