Hay una escena muy popular, tanto en los films de tono satírico como policial, que es la del limpiador de los vidrios externos de un altísimo edificio de oficinas, colgado de un cabrestante, que cruza su mirada con el ejecutivo que está en el interior, fumando un cigarro y tomando una copa.
El contraste de las condiciones de trabajo entre uno y otro es evidente. Uno sometido a los peligros de la altura, el frío o el calor, el viento, el trabajo físico. El otro, sentado en un sillón confortable, protegido por el aire acondicionado con la temperatura adecuada. La pregunta es: ¿quién es más feliz? La respuesta, en la mayoría de los casos, surge espontáneamente, casi sin pensarlo: el que está sentado en el sillón.
Es una respuesta prejuiciosa, si nos detenemos unos segundos antes de emitir opinión. La referencia está tomada de un debate sobre Ética aplicada a las relaciones laborales, realizada en Barcelona, donde intervinieron especialistas coordinados por un periodista, Xavier Graset. Responde Pilar Almagro, responsable de una importante empresa de limpieza: «Esta imagen del empresario fumando y tomando una copa ya ha pasado. ¿Quién está mejor? ¿El que está en la torre de Judas de la Sagrada Familia (una de las torres más altas de iglesia de la obra de Gaudí) o el que está tomándose un café dentro? El que está colgado viendo el amanecer».
El periodista agrega: «En la época del puro, el tiempo de descanso era sólo para reponer energías, ahora buscamos dedicar el tiempo libre a otras actividades de ocio». Este tramo del extenso debate es significativo en varios sentidos. Uno es que manifiesta los cambios producidos respecto de la utilización del tiempo libre, semánticamente contaminado por la idea de no hacer nada. Más precisamente se trata de hacer alguna cosa que no implique una obligación, y si nos remontáramos a la Antigua Grecia era considerado como el tiempo dedicado a reflexionar sobre la vida, las ciencias o la política. Un tiempo, sin duda, productivo, reemplazado en nuestra época por otras actividades, ya sean deportivas o de entretenimiento.
El negocio, etimológicamente, es todo lo contrario, de modo que habría que revisar cómo manejamos hoy estos conceptos. Pero por otro lado también aparecen las respuestas espontáneas e irreflexivas, basadas en prejuicios. Se entiende que las condiciones de trabajo bajo ambientes más desfavorables, como el frío, el calor o el peligro de la altura, son condicionantes de la felicidad.
En parte es cierto, pero no en todos los casos, lo cual es bastante difícil de aceptar. Está relacionado con la comprensión de la diversidad, la individualidad y la aceptación del otro. No se puede probar que el que limpia la ventana es un señor más sufrido e infeliz que el que está sentado en el sillón, fumando un cigarro y viceversa.
La satisfacción por el trabajo tiene matices que no se contemplan en ninguna estandarización forzada. El ser humano es versátil, casi por definición. De lo contrario no se explicarían las penurias elegidas por los andinistas o los exploradores de tierras hostiles y tantas otras actividades que provocan sufrimiento y riesgos de distinto tipo. Pero además hay que agregar el contexto. El limpiador puede encontrarse muy a gusto no sólo por la tarea que desempeña, sino por la empresa que lo acompaña. El señor del cigarro, a pesar de su confortable hábitat, puede tratarse de una persona angustiada por la humillación, la falta de reconocimiento u otras condiciones de trabajo que, de un modo u otro, lo hacen sentirse un perfecto desdichado
Por Jorge Mosqueira | LA NACION
(fuente: http://www.lanacion.com.ar/1815527-los-millennials-van-por-el-cambio-constante)
Lectura sugerida por Presidencia del CA – Muchas gracias María Belén Gomez por aportarla.