En plena época de mails y teleconferencias, las empresas insisten en enviar a su gente a otros países: ¿cuál es la causa?
¿Qué hacen cinco veinteañeros estadounidenses, compañeros de trabajo con profesiones distintas, conviviendo en un departamento en Palermo, alquilado por Airbnb? No es un nuevo reality show, es un viaje de negocios.
Pero, ¿por qué intentan hacer choripanes en la parrilla de la terraza, tomar mate y hasta registrar un reclamo en el 147 como si fueran porteños? De nuevo, están en viaje de negocios. Los mandó la empresa donde trabajan, Enigma, una start up que ofrece análisis de grandes bases de datos públicas y privadas.Enigma decidió aprovechar el gusto por los viajes de los millennials a su favor: invitó a cinco empleados a vivir durante tres semanas en una ciudad lejana, para aprender sobre la escena de datos abiertos local, tender lazos y volver con inspiración renovada.
Los viajes de negocios están en auge y en plena transformación. Es un signo de vitalidad inesperado, en una época en la que podemos chatear, mandar mails, hablar por teléfono o por videoconferencia. A pesar de esa densa red de comunicación digital y de las decenas de herramientas online para gestionar proyectos, las empresas destinan 1,2 billones de dólares al año -el equivalente al 1,5 por ciento del PBI mundial- a los viajes de negocios internacionales, según la Global Business Travel Association. ¿Por qué siguen existiendo los viajes de negocios? ¿Qué nuevas formas adoptarán en el futuro?
Estas intrigas dieron pie a una investigación reciente de Harvard, basada en datos de viajeros frecuentes provistos por Mastercard y liderada por el economista Ricardo Hausmann. El estudio encontró que los viajes de negocios no sólo se mantienen vivos sino que están en expansión: crecen a un 6,5 por ciento anual, casi el doble que el promedio de la economía global.
Los desplazamientos de personas que van a trabajar a otros países enviadas por sus empleadores son el cruce perfecto entre varias avenidas de cambio, desde la popularización del teletrabajo hasta los vuelos de bajo costo, desde los espacios de co-working hasta las dificultades para encontrar y retener a los mejores talentos del mundo digital, entre varias otras.
Cultura organizacional
Manuel Arias -director de la consultora en recursos humanos Savvy, que desde hace tres años publica una encuesta sobre la movilidad de trabajadores en Argentina- cree que el crecimiento de los viajes de negocios se relaciona con la preocupación por la cultura organizacional. Eso tiene sentido si se considera que la mitad de los viajes de negocios internacionales se hacen para manejar filiales subsidiarias. «Cuando un nuevo ejecutivo llega a un puesto regional muchas empresas organizan una gira por la región para acelerar la curva de adaptación del nuevo empleado a la cultura organizacional y las particularidades de cada territorio -dice Arias-. Conocer los estilos de liderazgo, el ambiente de negocios, costumbres y tradiciones, e incluso las oficinas donde sus equipos trabajan en cada país puede permitirle empatizar mejor. Es mucho más difícil crear una cultura organizacional adecuada entre personas que nunca se vieron las caras», sostiene.
En la misma línea, el estudio de Harvard apela a ciertas habilidades humanas difíciles de emular por la inteligencia artificial para explicar por qué las empresas prefieren mover cerebros en lugar de dejar a cada uno en su lugar y ahorrarse la plata y el tiempo de espera del avión y la valija.
En un posteo sobre su investigación, Hausmann escribió que «podemos identificar los objetivos e intenciones de las personas a partir de sus expresiones faciales, su lenguaje corporal, su entonación y otros indicadores sutiles que recopilamos de manera inconsciente. Somos mejores para evaluar, empatizar y vincularnos con otros en persona que por teleconferencia».
«El cerebro fue diseñado para trabajar en paralelo con otros cerebros -agrega Hausmann-. La solución de problemas muchas veces requiere del procesamiento de diferentes cerebros que poseen distinta información pero que pueden coordinar sus pensamientos. Por eso existen los equipos, los directorios y otras formas de interacción en grupo».
Los viajes de negocios son más frecuentes en los países desarrollados: cuanto más alto el ingreso per cápita, más viajeros llegan y salen de ese lugar. Pero no se trata sólo de una cuestión de riqueza. Según el estudio de Harvard, los viajeros frecuentes se concentran más en los países que usan el conocimiento de manera más intensiva. Por eso hay una gran dispersión entre los países en vías de desarrollo. Por ejemplo, Sudáfrica, Bulgaria y Marruecos rankean más alto en términos de viajes que países con niveles similares de desarrollo como Perú, Colombia o Chile, según puntualiza el estudio.
Como dice Hausmann, estos últimos «se están perdiendo mucho más que millas».
En la Argentina parece haber todavía un camino por recorrer. Según Arias, «en nuestro país muchas veces se relaciona la movilidad con determinados rubros de actividad, como energía y petróleo, minería o agronegocios. Sin embargo, sectores como la venta minorista, bancos, bienes de consumo y, en los últimos años, empresas de tecnología tienen presencia en todo el territorio nacional, aunque sus prácticas muchas veces no crecen junto con los desafíos que implica esa cobertura».
Tal vez lo más interesante sea ver cómo los viajes, en cualquier geografía, están mutando rápidamente. Son, en general, cada vez más cortos, sirven para conformar equipos multidisciplinarios, que se arman para resolver un desafío puntual y luego vuelven cada uno a su casa.
«En los últimos años creció la tendencia de acortar las asignaciones internacionales- plantea Arias-. Eso incrementa la cantidad de empleados dispuestos a viajar, porque entre los jóvenes está muy bien visto tener una experiencia internacional. Y resuelve un problema que tienen muchas compañías: contar con el talento adecuado en el momento necesario».
Pero los viajes no sólo son más cortos, sino también más originales. Los viajeros de Enigma, que pasaron tres semanas en Buenos Aires durante marzo, estaban obligados a seguir con algunos de sus trabajos habituales desde acá, en modalidad home office. Pero a la vez aprovecharon la visita para conocer a colegas porteños y reunirse con distintas áreas del gobierno relacionadas con los datos abiertos. Ellos mismos eligieron un proyecto para desarrollar a partir de su visita: están trabajando para comparar los reclamos de los porteños en el 147 con las quejas del 311 de Nueva York.
Eve Ahearn, gerente de producto en Enigma e integrante de la comitiva, asegura haber vivido una experiencia colectiva: «Cada uno de nosotros tiene un perfil profesional y personal distinto, y trabajamos en diferentes áreas. Nunca hubiera hecho las mismas preguntas que mis compañeros de viaje. Me encantó ver las cosas desde su perspectiva. Volvemos a Nueva York llenos de nuevas ideas».
El viaje dio espacio también para las experiencias que llenan la mochila de cualquier viajero curioso, y que lo inspiran tanto a nivel personal como laboral. Ahearn está sorprendida de haber visto por primera vez guardias virtuales en las puertas de los edificios. Kelvin Chan, asociado comercial de la empresa y también miembro del grupo, no puede creer que en Buenos Aires se pueda usar la SUBE con saldo negativo. Si de viajes se trata, siempre se puede aprender algo nuevo.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/2023301-innovar-sin-escalas-como-estan-cambiando-los-viajes-de-negocios