Fracaso: la palabra que dejó de ser un tabú en el mundo de los negocios

Hace no mucho tiempo, si se le preguntaba a un empresario o emprendedor cómo había triunfado en sus negocios, la respuesta obligada era una fórmula compuesta por grandes dosis de trabajo, el riesgo del capital personal y hasta una cuota de suerte. Pocos hablarían de lo que hoy parece el eslabón principal que compone la cadena de éxito: el fracaso. “Se trata de demostrar que es una parte fundamental del proceso que lleva a la innovación”, sostiene Hernán Schuster, organizador en la Argentina de Fuckup Nights, un evento internacional en el que empresarios, artistas y emprendedores se presentan ante un auditorio para hablar de los errores que marcaron su recorrido profesional.

“Quien hace se puede equivocar, pero lo grave recae en equivocarse sin aprender”, subraya Alejandro Melamed, consultor en Recursos Humanos. El especialista hace un llamado de atención y aclara que lo que se reivindica no es el fracaso, sino el aprendizaje posterior que permite potenciar los recursos, acelerar o hasta iniciar nuevos negocios. “La Argentina es una sociedad elitista en la que fracasar estaba mal visto. Pero se trata de una experiencia que te enseña y que, si uno aprende, te lleva al éxito”, reflexiona Esteban Wolf, presidente de la Asociación de Emprendedores de Argentina (ASEA), quien se define como un “fracasador serial”. En la misma línea se ubica Ariel Arrieta, CEO y cofundador de la aceleradora NXTP Labs: “Fracasar es parte de emprender, sirve para aprender lo que no se debe hacer en tu próximo proyecto. Es un dolor que habilita aprendizajes”, subraya. Además, agrega que al menos el 8 por ciento de los emprendimientos que pasaron por NXTP Labs fracasaron y que hay otro 20 por ciento de compañías a las que llaman “walking deads”, dado que tienen altas probabilidades de fracasar.

Desde la company builder Quasar, Pablo Simón, uno de sus socios, reconoce que solo uno de cada 20 proyectos alcanza la gloria: “El error es estructural al modelo de venture capital en todas sus versiones. Es una industria de alto riesgo y por lo tanto es normal que muchas empresas fracasen. Siempre es así”, admite y explica que uno de los principales errores de los emprendedores es el de caer en la trampa de la subjetividad que hace que se mientan a ellos mismos sobre la viabilidad de su proyecto, cuando no es así. “Si se investiga la vida de un emprendedor, su historia está llena de fracasos y errores para luego alcanzar el éxito. Muchas veces se habla solo del éxito y se coloca a los entrepreneurs exitosos en un pedestal, lejos de las personas ‘normales’. Esto tiene más perjuicios que beneficios”, remata Arrieta.

Errar es humano

Esta habilitación a reconocer y aceptar el error no queda reducida al mundo emprendedor. Tanto empresas locales como multinacionales comenzaron a darse cuenta de que, desde el management hasta el negocio, resulta más efectivo permitir el error. “Varias organizaciones están switcheando su mindset para aprender del fracaso y entenderlo como algo que permite evitar problemas a futuro. Queda el conocimiento en la organización y genera una base que previene equivocarse nuevamente”, describe Schuster. Desde Fuckup Nights, además de los eventos públicos, ya organizaron encuentros para empresas como San Cristóbal, Coca-Cola y Banco Galicia. Bajo el lema Aprender del error, la entidad local realiza esos encuentros con frecuencia. “Para la primera edición coacheamos a dos VP del banco para que compartan su historia ante los colaboradores y fue un éxito”, apunta Schuster, para quien esta dinámica no solo abre puertas a la innovación sino que ayuda a mejorar el liderazgo y el engagement de los empleados antes sus gerentes o jefes de área.

Para Jorge Fernández Belda, especialista en soluciones para el cambio organizacional, lo que se está revisando es el concepto de “error” como fuente de aprendizaje personal y organizacional. “El error, a menudo, poco tiene que ver con el talento de una persona, sino con la cultura o el entorno de trabajo. Muchos profesionales que se han equivocado en la compañía A son exitosos en la empresa B”, explica. Unilever Argentina creó su propio evento: #MalaMia. En él se puede escuchar cómo la directora de Ventas tomó malas decisiones en su desarrollo de carrera o bien cómo la gerente de Marketing falló en su primer rebranding global. También incorporan la voz millennial. En la última edición, un joven ingeniero explicó ante universitarios y empleados cómo puso en peligro la producción de la planta de desodorantes de la angloholandesa en el país por olvidarse de uno de los insumos fundamentales para la elaboración del producto.

Agustina Gómez Sabaini, gerente de RR.HH. de Unilever, aclara que es una iniciativa local que se empezó a implementar hace no más de dos años y fue premiada en la categoría Experimentación en un foro global de Recursos Humanos de la angloholandesa, por lo que empezará a implementarse en el resto de las filiales. “Muchos estudios que hicimos con los chicos más jóvenes que trabajan acá resaltaban el valor de las transparencia y lo genuino. Todos quieren tener un vínculo con sus jefes totalmente diferente al que estamos acostumbrados. Quieren conocerlos como personas”, resalta Gomez Sabaini. El evento comenzó como una apuesta pequeña e informal que fue creciendo a lo largo de las distintas ediciones: “En las empresas nadie sale a decir lo que hace mal. Al principio elegimos VP y directores que contaron algunas metidas de mata o mismo temas de carrera en los que no hicieron buenas elecciones”, desarrolla la ejecutiva.

Fernández Belda agrega que el trabajo sobre el error forma parte de lo que se denomina la gestión de la anticipación. “Se trata de generar entornos laborales capaces de escuchar alertas tempranas, sin por ello descalificar a quienes las emiten”, define y aclara que es un gran paso para generar entornos más permisivos a la detección y minimización de los naturales errores que se cometen, como antídoto al fracaso: “Hay que generar culturas de trabajo que ayuden a convivir con el error”.

Pero, ¿hay un límite para el fracaso? Según Gómez Sabaini, el límite lo marcan los valores de la compañía. “Una cosa es intentar y que no funcione por alguna razón. Si no funcionó y se cruzaron los límites con los valores de integridad y el respeto, esa equivocación se convierte en no negociable para continuar”, destaca. Como emprendedor, Arrieta aclara que el límite lo pone la familia: “Si está bien, puedo arriesgar más. Eso va cambiando a lo largo de la vida, qué es lo que se arriesga y qué es lo que se limita”. Antes de terminar la charla con APERTURA, Schuster hace un stop y aclara que nadie se va a poner a festejar un fracaso: “No le deseo el fracaso a nadie porque es un proceso doloroso. Pero cuando toca fracasar hay que poner pausa, hacer el proceso y aprender, porque siempre se sale fortalecido”.

Fuente: Apertura.

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