El traje de Obama, la afeitada de Macri y la «ciencia de los hábitos»

Tendencias-ProductividadPara ganar productividad personal, muchos simplifican tareas cotidianas; el objetivo es ahorrar energía en temas que requieren la toma de decisiones que no son fundamentales.

Barack Obama es un life hacker, como se denomina a los cultores de la movida de la productividad personal, que aplican en su vida cotidiana algunos trucos y atajos para ganar tiempo. En una entrevista con el periodista estrella Michael Lewis, Obama le contó que sólo usa trajes de color azul o gris oscuro, para no tener que elegirlos a la mañana y concentrar su energía en las decisiones importantes del día.

Una estrategia similar de «rutinizar» la mayor cantidad de instancias de la jornada, de modo tal de hacerlas en piloto automático, fue planteada por Sheldon, el personaje de físico superinteligente que personifica el actor Jim Parsons en la serie The Big Bang Theory: en uno de los capítulos usa un dado para resolver todas las cuestiones «triviales» (cómo vestirse, qué pedir en un restaurante) y no desperdiciar su cerebro prodigioso en estas cuestiones mundanas.

La temática de los «hábitos» -sus sutilezas a nivel de neurociencias, sus características y cómo aprovecharlas para fomentar conductas saludables y que ahorren tiempo- se puso de moda en los últimos años en la literatura de género smart thinking. La agenda es abordada desde las neurociencias, la psicología cognitiva, la economía del comportamiento y la antropología, entre otras disciplinas.

Se estima que un 40% de las decisiones que tomamos cada día se realizan en «piloto automático»: levantarnos, apagar el despertador, lavarnos los dientes, tomar el desayuno, leer los diarios, ir a la oficina, chequear los mails, y así. Lo que algunos académicos llaman «el círculo (o loop) de la rutina», que se coordina desde los ganglios básicos del cerebro y requiere mucha menos energía que el sistema que regula las decisiones a nivel consciente, y que tiene como base la corteza prefrontal. «Los hábitos operan como atajos mentales, una vez que uno recorrió un camino varias veces deja una huella que los vuelve automáticos, asociativos y libres de esfuerzo; por eso son tan difíciles de modificar», dice Ernesto Weissmann, un consultor argentino que viene estudiando el tema hábitos desde la teoría de la decisión, hoy basado en México DF.

Una de las novedades en este campo de divulgación es la reciente publicación del último libro de Charles Duhigg, Smarter Faster Better (Más inteligente, más rápido, mejor, aún no editado en castellano), una suerte de guía sobre productividad personal escrita en el estilo Malcolm Gladwell. Ser parte de historias muy bien curadas (cómo «despegó» el programa Saturday Night Live, la tensión de una final mundial de póquer), que es lo que mejor hace Duhigg, un periodista del New York Times que ganó el premio Pulitzer. Desde allí, el autor va a una investigación académica inusual, que descubre un resultado inesperado, que se puede generalizar para aprovechar en los negocios y en la vida cotidiana. Con los hábitos, la clave pasa por salir del círculo vicioso de las costumbres malas y en «rutinizar» o volver hábitos las decisiones que tienen efectos positivos o que no implican riesgos (como Obama con los trajes).

En 2012 Duhigg tuvo un hit con El poder del hábito, que aquí editó Urano, donde citaba un informe de la Universidad de Duke que concluía que cuatro de cada diez decisiones que tomamos están en la órbita del piloto automático. «Esto representa una parte muy importante de nuestra vida, y tiene por lo tanto una enorme influencia en nuestra salud, en las finanzas familiares y en la propia felicidad», comentó Duhigg.

Para Duhigg, los «círculos de la rutina» tienen tres partes comunes, y saber identificarlos puede resultar muy útil para empezar a cambiar hábitos que, en la práctica, son casi imposibles de alterar. El primero de estos tres componentes es un «disparador», que puede ser una sensación ; el segundo es el comportamiento rutinario en sí mismo, y luego viene la recompensa: «Algo que al cerebro le satisface, que parece decir: recuerde este patrón para repetirlo en el futuro», cuenta el autor.

Remover los tres componentes a la vez es extremadamente difícil. La clave está, sostiene Duhigg, en mantener el disparador y la recompensa, pero modificar la conducta rutinaria. El experto cita el caso de Alcohólicos Anónimos, que basa parte de su éxito en encuentros grupales a la hora de la salida del trabajo, que reemplazan la costumbre de ir al bar, pero preservan el «premio» de la socialización. O el consumo de alguna sustancia que dé un estímulo similar al de la nicotina al que apelan muchos de quienes quieren dejar de fumar.

En la agenda de la innovación, el estudio y análisis de los hábitos adquiere una importancia creciente. En buena medida porque en este terreno se juegan los motores de masificación de un determinado nuevo producto, servicio o aplicación. Una idea puede cerrar 100% en un plan de negocios en el plano racional, pero si luego el mercado no la incorpora como hábito, el proyecto se cae.n R/GA, la agencia fundada por Bob Greemberg que en la Argentina tiene un centro de 150 empleados que idean, desde la calle Uriarte en Palermo, estrategias de innovación globales para Nike (entre otras iniciativas) vienen revelando novedades del mundo de los hábitos para dar con nuevas aplicaciones. En su último reporte privado, FutureVision, citan casos recientes e interesantes:

Hábitos en el súper: para quienes odian hacer las compras, la cadena de supermercados Tesco acaba de lanzar un canal de IFTTT (la aplicación If This, Then That: si esto, luego aquello) que permite «rutinizar» y crear atajos para esta tarea. Por ejemplo, en la plataforma se puede ordenar comprar salmón si baja de un cierto precio, o recibir un aviso si los pañales cambian de valor, u ordenar insumos para un asado de manera automática si el pronóstico para el fin de semana marca tiempo sin lluvia.

Contra el gasto no indispensable: la aplicación Splurge Alert se asoció con bancos para enviar notificaciones y evitar que uno se tiente con Starbucks, ropa o tienda de electrónicos: cuando el usuario pasa cerca de estos locales, el teléfono vibra y recuerda no tentarse.

Para remolones: para los que pierden varios minutos por día haciendo fiaca en la cama, el Shock Clock «entrena» el hábito de despertarse sin escuchar la alarma, siempre a la misma hora. El sistema actúa por condicionamiento, mediante una descarga liviana que hace que el cerebro en pocas iteraciones reaccione a una vibración mínima.

El mundo del «hackeo de los hábitos», ayudado por nuevas tecnologías, parece infinito. Ideal para gente con poco tiempo, como Obama, Sheldon y también el presidente Mauricio Macri, que en una charla privada el año pasado confesó que sigue esta agenda de cerca y aplica sus propios «atajos» de productividad personal: por ejemplo, se afeitaba a la mañana cuando iba en auto a su oficina, para ahorrar minutos frente al espejo. Todo suma.

sebacampanario@gmail.com

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1923090-el-traje-de-obama-la-afeitada-de-macri-y-la-ciencia-de-los-habitos

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