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La contaminación acústica en las ciudades fue descrita en 2011 como una «amenaza para la salud pública» por la Organización Mundial de la Salud (OMS). ¿De qué orden es esa amenaza? De segundo orden, justo por detrás de la principal preocupación: la contaminación atmosférica. Así de grave es el ruido que nos rodea.
Podemos pensar, por ejemplo, en un futuro de ciudades repletas de coches eléctricos, con la consiguiente disminución del nivel de ruido en las ciudades. Pero ¿hasta qué punto eso es así? ¿Pueden los coches eléctricos conseguir ciudades mucho menos ruidosas? ¿Qué se escuchará en las ciudades del futuro?
El ruido causa problemas de salud. El primer informe sobre este particular elaborado por el organismo de la ONU que se encarga de las políticas de prevención en materia de salud dejó claro hace ya seis años que el ruido de tráfico, trenes y aviones es altamente perjudicial.
La exposición prolongada al ruido puede causar problemas graves como hipertensión y enfermedades cardiacas. Si hablamos de exposiciones a altos niveles de ruido, por encima de 80 dB, a la previsible pérdida de audición se podrían sumar conductas agresivas y ciertas enfermedades mentales.
Entre los efectos que propicia el ruido se encuentran la dificultad para comunicarse, para aprender, para descansar y para conciliar el sueño; también estrés, fatiga, nerviosismo, depresión, cefaleas, gastritis, disfunciones sexuales, y la enfermedad del tinnitus o acúfenos, que consiste en oír golpes o ruidos aunque no exista una fuente sonora externa.
Según la OMS, un tercio de la población de entornos urbanos asegura sufrir durante el día problemas de salud ligados al ruido, mientras que uno de cada cinco ciudadanos manifiesta tener dificultades para conciliar el sueño a causa del tráfico, lo que eleva el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares e hipertensión.
El oído, un sentido que no descansa
Anatomía del oído humano, por Chittka L, Brockmann
Tal y como explican Julio Díaz y Cristina Linares, investigadores de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III, el ruido produce estrés en el organismo, lo que provoca la segregación de adrenalina, noradrenalina y cortisol. Una elevada concentración en sangre de estas sustancias podría estar detrás de los efectos observados.
A diferencia de lo que ocurre con el sentido de la vista, por ejemplo, el oído no descansa nunca. Según describe de forma gráfica Antonio Ruiz de Elvira, catedrático de Física Aplicada en la Universidad de Alcalá de Henares, “nuestros oídos no cierran nunca, como sí hacen los ojos”. Por ejemplo, mientras dormimos el oído sigue procesando las señales auditivas, pero estas señales no se procesan hacia el resto del cerebro.
Es decir, que oímos de forma constante, y por eso somos capaces de despertar si oímos una señal que el cerebro reconoce como urgente. En ese sentido es importante el nivel de ruido. El ruido desencadena el estrés, o prepara al organismo para un posible ataque. Esto motiva la segregación de cortisol, que a su vez activa el metabolismo del tejido graso para aumentar el suministro de energía y que el cuerpo responda mejor al estrés.
Ese efecto, mantenido en el tiempo, puede acabar agravando problemas como la aterosclerosis, una variedad de arteriosclerosis que se caracteriza por el depósito de sustancias grasas en el interior de las arterias.
Los ruidos que componen el mapa sonoro de la ciudad en la que vivimos
El ruido derivado de las obras supone un 10 % del mapa sonoro urbano, aproximadamente.
El ruido del tráfico rodado es un verdadero problema en las ciudades. En los entornos urbanos, se calcula que un 80 % del ruido se debe al tráfico rodado, mientras que las obras en edificación e infraestructuras se llevan alrededor de un 10 %, el paso de ferrocarriles aglutina un 6 % del ruido producido y las actividades de ocio generan el 4 % restante.
Tras el tráfico rodado, el resto de fuentes de ruidos son, por este orden, obras, ferrocarriles y actividades de ocio.
Un simple experimento rudimentario, consistente en permanecer atentos a lo que se escucha en un cruce de una ciudad cualquiera, en hora punta, nos deja un mosaico sonoro compuesto por los ruidos de todo tipo que provienen de motores de combustión, frenos, avisadores acústicos de semáforos, conversaciones de transeúntes, maquinaria de obras, neumáticos rodando sobre el asfalto…
En un informe realizado por la Agencia Europea de Medioambiente en 2014, la foto del mapa sonoro de la Unión Europea mostró que más de 125 millones de ciudadanos de nuestro entorno soportaban niveles de ruido superiores a los recomendados, es decir, más de 65 dB para el día y más de 55 dB para la noche.
Un trabajo de campo realizado en 2010 reveló que 19 ciudades de España soportaban unos niveles de ruido que exceden esas recomendaciones. En concreto, un 27,7 % de los habitantes de esas ciudades estaban expuestos a niveles de ruido superiores a 65 dB (comparables al ruido de una aspiradora), mientras que un 66,7 % soportaba más de 55 dB a causa del tráfico de carreteras, aeropuertos y ferrocarril.
¿Los coches eléctricos son la solución al ruido en las ciudades?
¿Se puede eliminar por completo el ruido en las ciudades? No, pero sí es posible reducirlo a niveles que el cerebro pueda descartar en las primeras etapas del proceso, directamente en las neuronas conectadas a los oídos, de forma análoga a lo que hace cuando estamos durmiendo. Y esto se produce a unos 35 dB, aproximadamente.
En febrero de 2015, un estudio realizado en el ámbito de Madrid por los investigadores Aurelio Tobías, Alberto Recio, Julio Díaz y Cristina Linares mostraba el número de fallecimientos producidos por enfermedades asociadas a la exposición al ruido, a la vez que hacía un cálculo sobre los beneficios de reducir el ruido.
Del estudio se deduce que el nivel de ruido diurno está relacionado con 1.048 muertes por problemas cardiovasculares y 1.060 por enfermedades respiratorias. Si se redujera en 1 dB el ruido diurno, se podría reducir en 468 el número de fallecidos: 284 por causas cardiovasculares y 184 por problemas respiratorios.
A raíz de sus investigaciones, y centrándonos ya en una ciudad de coches eléctricos, Díaz lo tiene claro: “Con que el 12% de los vehículos fuesen eléctricos ya se conseguiría bajar medio decibelio”. Sin embargo, parece evidente que cuando hablamos de necesidades de reducción de ruidos muy superiores, ese “medio decibelio”, por sí mismo, resulta insuficiente.
La proliferación de coches eléctricos contribuirá a mitigar el problema, pero por sí sola no constituirá la única solución al problema del ruido en las ciudades. A partir de una velocidad de entre 25 y 30 km/h es cuando cualquier turismo, con independencia de cuál sea su motorización, se deja oír. Más que nada, porque es a partir de esa velocidad, aproximadamente, cuando se empieza a percibir el sonido de la rodadura de los neumáticos contra el firme.
Si hablamos de ruido, por tanto, tenemos que hablar de las condiciones de los neumáticos y del firme. En aquellas zonas donde se utilizan asfaltos elaborados parcialmente con caucho reciclado, el ruido es mucho menor que en aquellas zonas donde el suelo presenta baches o directamente está empedrado con adoquines, por buscar un ejemplo gráfico.
Etiqueta Medioambiental Neumaticos
Los neumáticos también son un elemento de reducción del ruido. Los fabricantes punteros centran sus esfuerzos en conseguir neumáticos menos ruidosos, y en algunos casos el ahorro alcanza los 9 dB, según especifica Díaz. El futuro es prometedor, en este sentido. Más, desde que el ruido es uno de los parámetros por los que se clasifican los neumáticos en el mercado. Con unos incentivos adecuados, este factor de reducción del ruido urbano tendría el camino allanado.
¿Qué escucharemos en la ciudad del futuro?
Aventurar qué escucharemos en las ciudades del futuro, entendidas estas como ciudades repletas de coches eléctricos, bicicletas y paseantes, y por tanto limpias, tranquilas y felices, es complicado. ¿Serán más silenciosas? Depende. Hoy por hoy, la mayor parte del ruido procede del tráfico, pero luego hay actividades humanas que difícilmente dejarán de aportar su melodía al entramado urbano.
Obras, trenes y actividades de ocio siguen al tráfico rodado como causa de ruido en las ciudades. Así, quizá sucede que, después de todo, la banda sonora de las ciudades tiene un componente humano que es inherente a las grandes concentraciones demográficas.
¿Qué escuchábamos en las ciudades del pasado? Quizá antes de pensar en una ciudad de corte bucólico, donde los gorgeos y los trinos se abren paso entre la gente, sea un buen ejercicio pensar en los sonidos que respiraban las ciudades cuando todavía no habían sido invadidas por vehículos equipados con motor de combustión.