(f) «En el proceso de la construcción de una economía social y solidaria»
Jornadas Econ 2012-Facultad de Ciencias Económicas- UBA
CEEED
Partiendo de la etimología de la palabra cooperar, nos centraremos en el significado nodal de la palabra cooperación que significa: “trabajar con otros”. Nuestro objetivo es abrir este concepto a todas las formas de trabajo en conjunto, sin enmarcarlo en un aspecto único, puesto que lo reduciríamos a la entidad empresa cooperativa.
Por esta razón, el presente trabajo intenta reflexionar sobre algunas alternativas socioeconómicas que tienden al mejorar la calidad de vida en Argentina, enmarcando los procesos históricos donde se desarrollan y analizando las tensiones de las políticas estatales que con continuidades y rupturas favorecen e impulsan un sistema de economía social y solidaria.
En este marco nos interrogamos sobre la necesidad de institucionalizar estas nuevas formas de organización socioeconómica, donde entendemos que no sólo necesitamos una ley, sino además precisamos modificar los hábitos y las prácticas que tiendan a un mundo de inclusión cultural ¿cómo reconstruimos los valores para una economía solidaria, popular, alternativa? ¿Es suficiente con la existencia de una ley? ¿De qué modo se legitiman estas nuevas formas de organización socioeconómica? ¿Son las prácticas culturales las que también legitiman? ¿Cuáles son las políticas qué están orientadas por los objetivos y los requerimientos de la sociedad y no principalmente por los intereses o las ganancias de un sector pequeño de la población? ¿Será posible llegar a esta instancia con las políticas de Estado actual? ¿Será factible que se generen nuevos paradigmas socioeconómico-culturales de inclusión para que formen parte del patrimonio de nuestro país?
La sociedad argentina tuvo hasta el último cuarto del siglo XX una relativa integración y cohesión social en el campo laboral, con presencia de las clases medias y los asalariados del sector industrial. Situación socioeconómica que comienza a transformarse en desigualdad estructural bajo el modelo neoliberal que se inicia durante la última dictadura militar, triunfa en la década de los 90 con Carlos Menem y fortalece su continuidad durante el período presidencial de Fernando De la Rúa. Período que culmina con la crisis institucional, económica y política del 2001.
La década de los 90 agudiza el proceso neoliberal, y la flexibilización laboral acompaña con políticas de ajuste, los fenómenos de la exclusión, ligada al trabajo y los ingresos y, expresada de manera crítica en crecientes niveles de pobreza. Se cierran las fábricas, las pymes y se acentúan los niveles de pobreza e indigencia, sin precedentes, en la historia de nuestro país, bajo el gobierno menemista durante una década. El gobierno, con Fernando De la Rúa en la presidencia, continúa en lo económico el fortalecimiento del modelo caracterizado por la apertura indiscriminada de la economía a la globalización, la desindustrialización productiva, la tremenda concentración económica, de ingresos y el retiro del Estado de la economía, en síntesis, se profundiza la brecha de la fragmentación social.
Rebelión popular en las calles, manifestaciones, asambleas barriales, cacerolazos bajo la consigna “que se vayan todos” y la renuncia del entonces presidente bajo un contexto de acrecentamiento en los niveles de desocupación, precarización laboral y pobreza, caracterizan la crisis. Es necesario remarcar todos los cambios socioeconómicos y de poder que trajo consigo la última y brutal dictadura militar, los que tienen continuidad directa, en las nefastas consecuencias de las políticas neoliberales aplicadas durante la década del ’90.
Surgen así nuevos movimientos sociales en la esfera pública, especialmente el de empresas recuperadas por los trabajadores, surgidos desde la protesta que fueron conformando un entramado de autogestión que buscó resolver la situación de precariedad en que se encontraban los sectores afectados. También confluyen una importante variedad de emprendimientos económicos alternativos, nuevas formas organizativas del trabajo, micro-emprendimientos, iniciativas socio-productivas generadas por las organizaciones y movimientos sociales, organizaciones sindicales o movimientos de desocupados y piqueteros; el desarrollo de nuevos mercados sociales, la expansión del trueque, la aparición de ferias francas, redes de comercio justo; nuevas mutuales de transporte, ferias barriales, compras comunitarias, huertas comunitarias, sistemas de autoconstrucción de viviendas y consumo solidario, entre muchas otras.
Acompañando estas iniciativas autónomas y a partir del presente gobierno nacional en mayo del 2003, se crean direcciones, programas orientados a promover formas asociativas y el trabajo autogestivo sostenidos.
Haciendo un recorrido desde los acontecimientos y fenómenos específicos que se gestaron en nuestro país pretendemos, a través de esta ponencia, abrir la mirada hacia un periodo en el que en Latinoamérica se están consolidando gobiernos progresistas que en sus planes de acción ponen en primer lugar el bienestar de sus pueblos. En la región, cada uno de estos gobiernos tiene identidades propias que responden a su historia y a sus características socio demográficas y culturales, lo que en vez de operar como una fragmentación de las problemáticas comunes sirve para reflexionar conjuntamente sobre la proyección de las estrategias de cada nación en pos del buen vivir de sus habitantes.
Plantea Coraggio “…que surgen así programas tratados como alternativos a la política asistencialista, llamados de “economía social” o de “economía solidaria” (depende de cada país que se llame de una manera u otra), cuyo objetivo es ayudar a generar auto empleo dado que se admite implícitamente que no va haber empleo por la inversión de capital privado y el Estado es cada vez menos un generador de empleos dignos…Estas políticas se están dando en toda América Latina y también en nuestro país. Como se dan sobre la base previa de una matriz asistencialista –surgen y se ubican en las áreas responsables de esa política y no de la económica- muchas veces arrastran la idea de que hay que dar oportunidad al excluido objeto-agente de la política pero no necesariamente considerar que ese otro es potencialmente un actor-sujeto que tiene que participar en el proceso de decisión sobre las acciones dirigidas a cambiar su situación socioeconómica, que tiene derechos como ciudadano que no son plenamente respetados si se separa el derecho social del derecho político Superar esa tendencia o inercia es otra lucha por el contenido, por el sentido de las políticas públicas.
“El trabajo es una de las formas fundamentales de vinculación del hombre con la naturaleza y con sus semejantes, es una actividad social por excelencia. Mediante el trabajo el hombre modifica la realidad que lo circunda, crea un mundo a su imagen y semejanza, se apropia de la naturaleza y le da una forma acorde a sus intenciones. Al transformar la naturaleza, que en un principio se le contrapone como un mundo extraño, ésta se transforma en una manifestación de su propia actividad. Para ello, necesita de la colaboración de sus semejantes, debe entablar relaciones sociales. Bajo el capitalismo, sin embargo, el trabajo asume una forma social particular: se convierte en una “mercancía ficticia” (Polanyi, 2007) productora de plusvalía (Mandel, 1973; Marcuse, 1972, Rubin, 1974). El trabajo en el capitalismo se transforma en una actividad que no está sujeta a la voluntad del trabajador: es subordinado a los mandatos del capital y a los objetivos de maximización de los beneficios. El carácter forzado del trabajo, su organización en función a intereses ajenos a las necesidades de los trabajadores, es el factor que otorga a la actividad laboral su cualidad enajenante (Marcuse, 1972). Dicha condición del trabajo humano ha requerido a lo largo de la historia un proceso continuo y siempre repetido de sometimiento y expropiación de los trabajadores, desde los orígenes del capitalismo hasta nuestros días (Dobb, 1972; Marx, 1998; Polanyi, 2007).
Coraggio plantea, en relación a la constituyente de Ecuador, que para construir Otra Economía, una que responda al nuevo mandato que se viene reflejando hoy en el discurso político y social en América Latina que es el Buen Vivir, no significa vivir mejor teniendo más cosas, sino vivir en una sociedad que nos contenga, una sociedad solidaria, una sociedad donde todos quepamos y donde todos vivamos mejor. En una comunidad, los lazos de solidaridad que se gestan de manera espontánea no formaran parte del modo de desarrollo de las personas si desde el Estado no se acompañan estos fenómenos con políticas muy claras y concretas sobre el significado del buen vivir, con equidad, respetando todas las diversidades desde el punto de vista solidario y ecológico.
Con el fin de concretar, de acuerdo a la línea de pensamiento esbozada, sobre la situación actual, las continuidades y rupturas en pos del desarrollo individual y colectivo en nuestro país, realizaremos algunas propuestas para la acción, ya que entendemos que estos espacios de debate y reflexión, permiten iniciar procesos de largo alcance en consonancia con las actuales políticas de los Estados con proyectos de desarrollo socio económico cultural con el centro de la mirada puesto en la inclusión.
La primera de ellas, es la creación sistémica de redes con los países que en la actualidad ponen en la médula de sus políticas el buen vivir de sus ciudadanos, constituirnos en agentes multiplicadores de acciones estratégicas que trasciendan este encuentro, promover espacios que no se restrinjan al debate académico, sino que los propios actores participen en el diseño y conformación de propuestas públicas, diseñar leyes y programas de desarrollo a largo plazo. Finalmente, aportar en la conformación de un foro latinoamericano de economía social y solidaria, que tienda hacia el Buen Vivir de todas y todos con capacidad de generar una plataforma de reciprocidad en los procesos de circulación, producción, distribución, e intercambios de bienes y servicios socioeconómicos culturales.
(Colaboración de Elisa Dolores Balsecchi, muchas gracias Elisa)